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1992

  • lamovidafriki
  • 8 oct
  • 3 Min. de lectura

A ALEX DE LA IGLESIA LE SIGUE DANDO POR LAS SERIES


"1992" es la serie que intenta ser una gran oda a la Expo de Sevilla y la España de los 90, pero se queda en una especie de homenaje torpemente ambicioso, como ese amigo que te cuenta historias del pasado con tanto entusiasmo que, al final, te acaba dando más vergüenza ajena que nostalgia.


La trama arranca con una premisa que podría haber sido fascinante: una viuda que se asocia con un ex policía alcohólico para investigar la muerte de su marido. Claro, en un principio suena prometedor, como un thriller de esos que te mantienen pegado al sofá. Pero no te ilusiones. 1992 tiene la curiosa capacidad de hacerte sentir que has visto más acción en una siesta. La serie parece ir a toda velocidad… pero sin saber muy bien a dónde. De repente te lanzan giros, asesinatos, personajes secundarios que desaparecen como por arte de magia y unos diálogos que no sabes si son profundos o simplemente mal escritos. Es como si De la Iglesia hubiera metido todo lo que le gustaba de los 90 en una licuadora, pero olvidó presionar el botón de “mezclar”.


Lo peor, sin duda, es su ritmo. Si has sufrido alguna vez el dolor de ver una película de 2 horas que parece durar el doble, 1992 te hará pensar que el tiempo no pasa, sino que se diluye. Cada episodio tiene la capacidad de hacerte sentir que hay algo importante sucediendo, pero nunca llega ese “momento wow”. Es como si estuvieras mirando una pintura moderna: mucha forma, poco fondo. Al final, la trama se va deshilachando y los personajes... bueno, digamos que muchos de ellos están tan desdibujados que te olvidas de que existen hasta que vuelven a aparecer. ¡Ups, ese también era importante!


Sin embargo, no todo es oscuridad. En medio de este caos narrativo, hay una joya: el villano. Aquí es donde realmente brilla la mano de Álex de la Iglesia. Este antagonista con cuerpo quemado y su traje verde a rayas es el que, si eres capaz de no quedarte dormido antes, te va a mantener pegado a la pantalla. Su obsesión con Curro y la atmósfera de slasher noventero que crea es lo único que da un respiro a la serie y, por alguna razón, hace que todo lo demás parezca un poco menos... aburrido. De repente, 1992 se convierte en algo completamente diferente, como si estuvieras viendo un thriller de terror de bajo presupuesto de los 80, con la misma intensidad que cuando descubrías Pesadilla en Elm Street en la tele.


A pesar de todo, 1992 podría haber sido una serie bastante decente, incluso interesante. Si hubieran sabido manejar el ritmo, darle más consistencia a los personajes y no haberse dejado llevar tanto por la nostalgia barata, podría haber sido una de esas joyas que se recuerdan. Pero en lugar de eso, te quedas con la sensación de que la serie va de un lado a otro sin rumbo fijo, como si fuera un tren en una línea de ferrocarril sin estación de destino.


En resumen, 1992 es como una fiesta de los 90 que empieza prometedora, pero acaba siendo un poco incómoda. Mucho ruido, mucha gente, y un par de momentos de diversión. Si te gustan las series de intriga que te hacen pensar “¿Qué acaba de pasar?” cada 10 minutos, tal vez la disfrutes. Si buscas algo con más sustancia, probablemente te quedes preguntándote por qué aún no has apagado la tele.


PUNTUACIÓN: REGULERA


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